Evocó aquellas tardes frías en la calle del Marqués de Campo. Dénia respiraba olor a antorchas. Con el gorro puesto y cara de asombro, aquella niña miraba las caras solemnes de los pajes custodiando las carrozas reales. Una lluvia de caramelos golpeaba los abrigos y se desataba la alegría entre primas y hermanas. Baltasar sonreía y saludaba desde lo más alto de su trono móvil. Minutos más tarde corría hacia el ayuntamiento y allí, con todos los niños agolpados en la plaza, escuchaba las palabras de los tres Reyes de Oriente.
-¿Habéis sido buenos?
-¡Sí, sí, sííííí!!!
Gritaba una multidud enloquecida.
Después, con las mejillas heladas, caminaba nerviosa con sus padres hasta llegar a casa. Al abrir la puerta, la luz del comedor estaba encendida y la ventana abierta. Las cortinas se movían al igual que las piernas nerviosas de aquella pequeña.
Al grito de «ya han venido» se disparaba la euforia y los envoltorios de regalos se rasgaban de felicidad.
Era una niña, éramos niños, pero la ternura con la que afrontamos estas fiestas no ha cambiado.
-Gracias por el regalo adelantado de reyes.
Me dijo al ver la reserva del hotel colgada del árbol de Navidad.
Feliz 2016, felices reyes.