Son días de trabajo silencioso. De inventario y propuestas para la nueva temporada que arrancará el 25 de febrero.
Pero, casi sin querer, decidimos hacer un alto en el camino. Aparcamos nuestros quehaceres ante tal magna belleza. Tras el aullido del viento Eolo nos deja una atmósfera limpia y una gigantesca nube de algodón blanca y gris se posa ante el hotel.
Al sur parecen más cerca las siluetas de la playa de les Marines y al norte el pico del Montdúver surge para coronar el litoral de la Punta dels Molins.
El agua está transparente y respira calma tras las fuertes ráfagas de poniente de los últimos días. Las mejillas se enfrían. Sin embargo, los colores de Los Ángeles se resisten a marchar pese al incipiente invierno que se asoma. Es más, se encienden en el jardín para contrastar con cielo y mar.
Como un telegrama:
Belleza. Plenitud y tranquilidad. Volvemos a las habitaciones. La puesta a punto del hotel continua. Ya tenemos ganas de veros.