A quien le gusta leer, le gusta escribir. Pero al igual que “al que le gusta comer, le gusta cocinar”, la primera acción nos brinda un placer más fácil; requiere de menor – o ningún – esfuerzo. Por eso la mayoría lleva de vacaciones una novela, revista o libro de estudio pero no coge una postal y mucho menos papel de carta y sobre. Y es una lástima. Porque apenas encontramos el momento para sentarnos, se nos ocurren muchas cosas que decir – por escrito se comunican los sentimientos e inquietudes más profundos y verdades como puños – y muchas personas a las que enviar unas lineas. El tiempo libre, además, del que gozamos durante nuestra estancia en el Hotel Los Ángeles Denia, nos lo pone más fácil.
Si nuestros hijos ya son adultos y hacen su vida, aprovechemos. Casi nunca tienen tiempo para escucharnos. Pero no se resistirán al encanto de recibir una carta a través del correo postal. Sí, precisamente ellos que escuchan la palabra correo e indefectiblemente piensan en el ordenador.
Si a nuestros hermanos los vemos menos de lo deseado, aprovechemos. Tras intentar quedar una vez cada dos o tres meses a comer juntos, y no pasar – con suerte – de tres al año, la carta es un registro permanente de la relación, parecido a una fotografía. Sólo que en esta ocasión, la imagen la tendrán que evocar ellos a partir de lo que les contemos.
¿Y qué decir de nuestros padres? Les dejamos casi en último lugar – detrás de los hijos, el trabajo, incluso el ocio – y nadie como ellos apreciará que los tengamos en el pensamiento para contarles cómo van las vacaciones… y algo más.
Y podríamos seguir con amigas, compañeros de trabajo, exparejas, primos… Hay muchos lugares en el Hotel Los Ángeles que nos facilitan la tarea. El escritorio de la habitación, la sala de estar, los sofás de la sala de lectura e incluso los del jardín. Quien necesite inspiración extra puede sentarse a la sombra de la pérgola, junto al mar, o salir a la terraza de su habitación para encontrar las palabras adecuadas mirando al horizonte.
Incluso, quién sabe, podemos inspirar a quienes nos acompañan. Transmitirles a los peques que los abuelos se alegrarán muchísimo de recibir una postal suya, aunque sea sólo de dibujos. Los hay que envían su primera postal antes de saber escribir más allá de su nombre. Y despertar la duda en los adolescentes, quienes con toda probabilidad juzgarán la acción como algo tan obsoleto como la máquina de escribir. No pasa nada, bastará con recordar en voz alta que quien no escribe y recibe una carta de amor se pierde una de los episodios más hermosos de esa etapa.
Qué poco cuesta escribir unas lineas y cuánto podemos ofrecer en ellas. Os animamos a retomarlo durante vuestra estancia.
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