Una noticia publicada en La Marina Plaza sobre el valor sentimental de un juguete antiguo ha funcionado como ese hilo del que se estira para devanar un ovillo entero. Se trata de un caballo de cartón fabricado en algún pueblo de la comarca en 1.915. Lo ha cedido al Museo del Juguete de Dénia su propietario, junto a una preciosa explicación del contexto del juguete: las circunstancias de su adquisición, y la vida de aquellos años.
Vivir sin prisas
Con la anécdota de esta noticia, hemos recordado una forma de vivir con menos juguetes y menos prisas, con más tiempo en familia y mayor capacidad de desear, muy lejano al “lo quiero y lo quiero ya” actual. Tiempos en los que la mayoría no se podían permitir largas vacaciones, por eso ya era una fiesta el anuncio de “ir a Dénia a pasar el domingo”.
La expectación de los días anteriores salpicaba las conversaciones y después del día señalado, tampoco se hablaba de otra cosa. Felices alrededor de una mesa contándoles a los abuelos que la mamá, a pesar de su firme convicción de que no “iba a mojarse la cabeza” acabó sucumbiendo a las aguas cristalinas y se lanzó del patinete que alquilamos a pocos metros del Hotel Los Ángeles. Sin previo aviso y con una sonrisa pícara.
Que se envolvió la cabeza con un pañuelo para no ir “con la melena leonina” a comer al hotel. Que el papá cambió el café por postre y tuvo que pedir otro porque el primero desapareció con los “poquitos” de la mamá. Y que a los hermanos nos dejaron ir solos a pedir el helado que quisiéramos. El paraíso.
La tecnología nos permite vivir mejor y hasta más barato, pero imprime un ritmo vertiginoso a nuestras vidas.
Todo se puede hacer más rápido: trabajar, comprar, consumir, viajar, cocinar… Para hacer más cosas también rápidamente. Hay más donde elegir, no sólo excursiones, patines o helados pero se consumen con rapidez, con cierta ansiedad por saber qué viene luego.
Este caballo de cartón nos ha recordado la importancia de vivir sin prisas.
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