Conocemos a muchas personas que se declaran fans de septiembre. Gente tranquila que disfruta de este mes por varias razones. Una de ellas es que el bullicio de agosto en la ciudad de Dénia ha desaparecido. Las cosas van más despacio y las cafeterías, terrazas y tiendas rezuman sosiego. Todo listo para el descanso.
También es el mes del sol amable. Aquel período vacacional en el que el agua del mar sigue cálida para el baño y el buceo y las cremas del factor de protección 50 se usan con menos frecuencia. El sol baja poco a poco su intensidad y se agradece en la playa. Lecturas eternas, castillos de arena de tardes enteras, crucigramas interminables…
Septiembre es verano. El verano deseado en el hotel querido. Las estaciones del año en Dénia son diferentes. El otoño parece el preludio de un nuevo verano, no del invierno. No en vano, la lengua de los grandes literatos valencianos define al otoño como «primavera d’hivern» (primavera de invierno). Tenemos esa suerte. En los setenta alguien eligió el siguiente lema turístico para la ciudad: «Dénia, eterna primavera».
No somos eternos, pero mientras podemos disfrutamos de la vida. Hay tanta poesía al respecto…
Golondrinas de agosto y de la costa,
tajantes, disparadas
en el primer azul,
saetas de aroma:
de pronto respiré las acrobacias
y comprendí que aquello
era la luz que volvía a la tierra,
las proezas del polen en el vuelo,
y la velocidad volvía a mi sangre.
Volví a ser piedra de la primavera.
Buenos días, señores golondrinas
o señoritas o alas o tijeras,
buenos días al vuelo del cielo
que volvió a mi tejado:
he comprendido al fin
que las primeras flores
son plumas de septiembre.
Pablo Neruda. Fragmento de “Oda a las alas de septiembre”