Cuando dejamos atrás las vacaciones nos llevamos encima numerosos souvenirs emocionales que nos impiden desconectar del sitio en el que hemos sido felices durante el verano. Una canción, la imagen de aquel día de arroz en familia, la primera dorada que sacó nuestro hijo con la caña de pescar… También nos sucede cuando regresamos al hotel, como ocurre estos días. Se reactiva la mente, se refresca la memoria y nos pone el cuerpo y el alma a punto para volver a disfrutar de todo lo que conocemos y amamos.
Humildemente creemos que –como acontece en otros sitios de Dénia– el Hotel Los Ángeles es un motor de recuerdos y experiencias. «Aquí surgió el amor», nos comenta Juan en la playa. «Yo veraneaba en unos apartamentos a poco más de 500 metros de aquí y una tarde la conocí a ella, que estaba hospedada en el hotel».
Desde los años cincuenta en esta casa propagamos el compromiso por el turismo, la hostelería y la gastronomía. Nos enorgullecen estas historias personales que intuimos cada día en la terraza del restaurante, en los balcones de las habitaciones, en la piscina o sobre las tumbonas de la playa.
Literatura hay mucha y buena al respecto. En 2008 el periodista y escritor Juan Cruz nos regaló estas líneas en un reportaje publicado en el diario El País:
«(…) En este mismo instante en que miramos hacia uno de los balcones del viejo hotel Los Ángeles, sobre los farolitos prehistóricos que aún mantiene, una joven enciende un cigarrillo, piensa, deja que su mirada se confunda con el mar lechoso y a lo mejor escribe luego una carta como aquélla:
«Dénia es la libertad y el mar… En Dénia aprendo a besar y a querer».
Manuel Vicent, que aquí nos dijo adiós, explicó así el sitio: «Cuando vine era lo único que había, el hotel, los farolitos. Una música y unas parejas bailando. Agarrados».
Enamorados, como entonces.»
Nuestro amor por el trabajo, por vosotros y por Dénia sigue intacto.